Eslovena de sangre y gerundense de adopción, desde los noventa. Trabajadora y tozuda como solo sabemos ser las eslavas (aquí nos guiñamos el ojo). Abierta, cálida, sensible, curiosa de todo. Pintora cuando se pone delante de su caballete. Artista, siempre.
Eres una artista autodidacta. ¿Cómo explicarías el origen de esta urgencia, esta necesidad de dedicarte a la pintura que fue capaz de generar motivación y fuerza para seguir formándote y ejerciendo sin el apoyo institucional? ¿Fue algo instintivo, intuitivo, o bien un interés más racional, intelectual?
No me resulta nada fácil entender por qué me dediqué justamente a la pintura. Vengo de una familia de artistas, pero son todos músicos. Y, además, son todos autodidactas. Venimos del mundo rural, donde no siempre hubo medios para formarse. La necesidad hacía el ingenio. Así que, sí que tuve el mundo de arte a mi alrededor, pero nadie, ni antes ni después, se dedicó a la pintura. Yo sentí el impulso desde ya muy jovencita. Con doce o trece años me apunté a un curso de pintar paisajes con tinta china.
Durante muchos años fui dibujante. El pincel lo cogí muy tarde, a los treinta años, incluso más. Pero dibujaba desde siempre. De muy joven, me entretenía retratando a mis cantantes favoritos, todos roqueros y heavy-metals. Dibujaba en blanco y negro, supongo que por no sentirme segura con el uso del color. Fíjate que hoy en día es todo lo contrario. Pero entonces, dibujaba en blanco y negro hasta que descubrí la fuerza del contraste y la forma, y experimenté mucho con esa técnica del negativo. Esos fueron mis inicios.
También, según iban surgiendo los dibujos, me iba dando cuenta de mi necesidad de formación. Así que me compré unos libros de anatomía, de cuerpo humano, o especializados en retrato. Y a con estos libros aprendí mucho por mi cuenta. Me apunté a clases de técnica años más tarde, cuando ya estaba viviendo en Girona.
¿Cuál es tu manera de trabajar? ¿Pintas a diario, cumpliendo objetivos y siguiendo horarios, o bien perteneces a esos artistas que actúan en función de su emoción del momento, de su intuición? ¿O quizás ambas cosas?
En mi temprana adolescencia dibujaba por puro placer, porque quería expresarme a través del dibujo. Más tarde, a los veinte y pico años, sí que a veces echaba de menos la inspiración. Pero, gracias a Dios, escuché en su momento la célebre frase de Picasso: “que la inspiración te encuentre trabajando”. La entendí y la apliqué.
Soy una persona muy disciplinada. Mi estilo de trabajar es a diario, de manera muy organizada y cumpliendo los objetivos. Soy del tipo de persona que, si se propone algo, lo ejecuta tal cual. Me gusta mucho trabajar por series, por colecciones, y después de terminar una colección suelo necesitar un periodo de pausa, de reflexión, de tranquilidad.
Me gusta que una nueva inspiración surja sola, a través de una foto, o de un recuerdo. A partir de aquello, sin presión, empiezo a trabajar sobre la siguiente serie. Habitualmente voy alternando temas: por ejemplo, si he hecho mucho paisaje, después me apetece trabajar la figura humana. O si he hecho mucha figura humana, luego tengo ganas de hacer algo más naíf, más de estilo de ilustración. Me cansaría hacer siempre lo mismo. Dentro de mi manera disciplinada de trabajar, me gusta indagar y experimentar para no aburrirme.
¿Cómo describirías tu camino desde los primeros esbozos dibujados en la adolescencia, hasta las pinturas cuasi-expresionistas y los colores explosivos de hoy? ¿Sabrías trazar el mapa de viaje de Mojca-artista con sus rutas planificadas e improvisadas, los momentos de perder el rumbo y reencontrarlo?
Mis inicios de dibujo los asocio a mi habitación de niña, sin duda. Los inicios eran en blanco y negro. Dibujaba y también usaba tinta china. Más adelante descubrí a los dibujantes que hacían retratos a los turistas en la costa. Me pasaba horas observándolos.
Años después, iba muchísimo al bosque a dibujar, me llevaba mi bloc de dibujo e iba con la moto. Me quedaba dibujando por horas. Desde allí viajaba hacia otros mundos a través del lápiz y de mi música en los cascos.
Cuando llegué a España, era mi etapa de dibujar cuerpo humano con pastel. A la vez era una muy complicada para mí a nivel personal, aunque sí fue rica en cuanto al dibujo.
Luego, ya como joven mamá, reconecté poco a poco con la pintura, hasta que en algún momento pude acceder a clases con Vicente Huedo. Allí me dediqué a estudiar la técnica: la perspectiva, la forma, la luz, el volumen… Pero entonces, aun sabiendo que me faltaba formación y siempre sintiendo que todavía tenía mucho que aprender, empezó a surgir la necesidad de desaprender. Y poco a poco, en esos años en mi vida fue irrumpiendo el color.
No lo sé si fue por vivir en el Mediterráneo, o quizás puede relacionarse con una etapa más tranquila a partir de un cierto momento en mi vida. Quizás el uso del color pueda denotar más seguridad en una misma, ganas de expresar aquello que reprimía hasta entonces. De repente te viene el impulso de sacarlo todo de una, y de allí viene también la necesidad de desaprender.
A mis veintinueve años, me marcó mucho una exposición de Kandinsky, intitulada La disolución de la forma, y su célebre frase: “La pintura figurativa es puramente ornamental”. Esta frase me despertó y me hizo entender algo importante. Ya se inventaron las cámaras de foto, no es necesario calcar la realidad. Hay que buscar tu propia manera de expresar lo que ves. Hay que buscarse y encontrarse, aunque no es fácil, y que seas lo más genuino posible. Hay que expresarse sin miedo. Para una persona como yo, que siempre busca mejorar su técnica, no es un tema sencillo, casi parece incongruente.
Pero, en definitiva, puedo decir que hoy en día lo que busco es el equilibrio. Antes me exigía muchísimo. A veces alguien me decía: “qué bien, vas a pintar, qué relajante, ¿no?” Y yo pensaba: no sabes de lo que estás hablando. Pintar no me relajaba, me centraba más bien en perfeccionar continuamente la técnica, en la ejecución de la disciplina.
Ahora estoy cambiando de actitud. Sigo siendo muy disciplinada, tengo mis horarios de trabajo y mis objetivos, sin embargo, me importa mucho disfrutarlo. Que las pinceladas no sean un sufrimiento, aunque sí un esfuerzo. Pero, salga mal o salga bien, intento no ponerle demasiadas etiquetas, simplemente dejar que fluya la mano y el pincel. Disfrutar del momento. Este, ahora mismo, es mi lema.
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