Bailar blues nos enseña relacionarnos con otra persona desde la escucha, el respeto, la creatividad. Trabajar la conexión en el baile tiene efectos beneficiosos en nuestra capacidad de construir vínculos saludables.
Bailo porque, en cierto sentido, debo hacerlo. No creo que mi cuerpo tenga otra elección. Desde que me acuerdo, danzar me proporcionaba una especie de euforia, independemente de la edad y de las circumstancias. Así que con unos 12 años, pedí a mis padres que me apunten a clases de bailes de salón, cosa que immediatamente provocó mi desconexión del placer. Con esa edad fui terriblemente tímida, y el estrés de moverme entre personas desconocidas pasó a ser una sensación dominante en clase. Me daba verguenza tremenda hablar con mis compañeros de clase, y me sentía muy sola. Incomunicada. Dejé de bailar.
Con los años empecé a tener más amigos, y al final muchos amigos, que hacían muchas fiestas. En mi círculo de amistades había mucho artisteo, así que nuestras fiestas consistían en quedar para improvisar música tocando instrumentos y cantando – y por supuesto, bailar. Tengo un vivo recuerdo de sensación de despegue hacia una dimensión diferente que experimentaba con ambas cosas. Quién alguna vez tocó con un grupo de músicos, sabe qué sensación, físicamente, se despierta al oír que todo afina y que todo fluye perfectamente. La sensación de bailar en pareja – en aquel contexto, sin intentar hacerlo bien, en medio de carcajadas, con amigos de toda la vida – me causaba una sensación parecida de despegar en vuelo.
Crecí un poco más y empecé a apuntarme a clases de baile, de varios tipos. Rápidamente me di cuenta de que era malísima con memorizar las coreografías y los pasos preestablecidos. Por mucho que me encantaba bailar, me setía patosa, me equivocaba, me estresaba, y en cuanto más me estresaba, tanto más me equivocaba, por supuesto. Felizmente, pronto descubrí cosas como contact dance, sesiones de extatic dance (tema para un artículo aparte!), y ultimamente, el blues.
¿Cuál fue la diferencia para mí y por que esto me funcionó y aquello no? (y ¡ojo! Esta es una experiencia subjectiva, con unas clases en concreto, unos profes en concreto, sin ánimos a generalizar, ni mucho menos menospreciar otros estilos de baile/danza). En estos nuevos estilos que iba descubriendo, la importancia de la conexión y de la comunicación con el otro es la esencia de todo y no te la puedes saltar de ninguna manera, por mucha técnica que adquieras.
En mi caso, en estas circumstancias se me hace más fácil abandonar mi analítica cabeza, dejar de concentrarme sobre el „cómo hacerlo para hacerlo bien”, y simplemente hacerlo. Centrarme en estar bien anclada en mi propio cuerpo, en mi propia estabilidad, equilibrio, para poder estar con otra persona. Mantener una conexión con el otro para que sea la justa, ni demasiado tensa, ni dejada al abandono. Estar con el otro totalmente y a cien por cien mientras bailamos juntos, aunque sea un momento corto, fugaz. Escuchar, escuchar, escuchar, y expresarse. Confiar. La metáfora que se está construyendo me parece apropiada, porque sí, bailar es amar, en cierta manera.
Estos días hicimos en clase de blues un ejercicio precioso, que ilustra la esencia que acabo de describir. Me resultó particularmente gratificante porque fue una forma de trabajo transdisciplinar, entre el baile (la danza) y el dibujo. Me alegra mucho ver que no solamente los arteterapeutas, pero también los profesionales de otras especialidades utilizan estos recursos, muy gratificantes y bellos.
La tarea consistía en trabajar en pareja, donde una persona (entre los blueseros los llamamos „leader”, del inglés, la persona que lidera) guiaba a la otra („follower”, el que sigue), para que éste dibuje con ojos cerrados. El proceso de guiar pasaba por el contacto corporal entre las dos personas. L@s followers practicaban la escucha activa. L@s leaders ejercitaron su habilidad de expresarse, comunicar, y también la creatividad – es todo un qué conseguir que el dibujo no parezca un garabato uniforme, sino que aparezcan diferentes formas y toda una variedad de tipos de trazado. Porque todo el proceso, obviamente, ¡ocurre sin hablar!
Gracias a Eila e Iñaki de Swing is in the Air Tarragona por esa clase. Estáis haciendo un trabajo importante, que creo que excede la simple tarea de enseñar pasos de baile. Nos llevamos el aprendizaje de comunicación sensible y respectuosa de regalo 🙂 Gracias también por hacerme conocer el proyecto www.segnimossi.net , que inspiró esos ejercicios.
Nadie nos quitará lo bailado, lo amado. ¡A bailar, gente! Y si os habéis quedado con ganas de blues, recomiendo de corazón el proyecto http://swingisintheair5.wixsite.com/swingtarragona
Dominika Dittwald
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